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   Hacer un proyecto de vida incluye preguntarse cómo y con quién vivir, así como saber que ello está sujeto a muchas y diversas variables; es decir, aprender a tener una visión del futuro más real en la que quepa cambiar de forma de vida, bien porque se cambia la situación familiar, bien por un cambio de trabajo, de lugar de residencia... 

     A lo largo de una vida, prácticamente todas las personas cambiamos varias veces el modo de convivencia en el ámbito familiar y doméstico: por ejemplo, se pasa de vivir en una familia extensa a vivir en solitario o de compartir piso con amistades a compartirlo con una pareja. Cuando se opta por tener criaturas, éstas crecen, se van de casa y su marcha cambia de nuevo el modo de convivencia, si es que no ha cambiado antes, etc. Es indudable que el tipo de familia establecido social mente como tradicional no es, como no lo ha sido nunca, el único modelo existente. Hoy en día, la variedad es mayor que nunca y es habitual que en conversaciones informales hablemos y nos preguntemos por diferentes tipos de convivencia que aún están por crearse.

  Pero, más allá de las diferentes formas de familias existentes y por existir, nos interesa conocer cómo están representados hombres y mujeres en esa convivencia. Es decir, si queremos orientar a nuestro alumnado hacia proyectos de vida que tengan en cuenta a hombres y mujeres, tendremos que crear un espacio simbólico donde chicos y chicas puedan imaginar formas de convivencia en las que esté presente el respeto, la libertad de unas y otros, el reconocimiento mutuo, la toma en consideración de las necesidades y deseos de mujeres y hombres, la responsabilidad de la propia vida y el cuidado de sí y de las demás personas, etc.

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